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Caminando sobre las huellas de nuestros ancestros, rescatando saberes, costumbres, historia y nuestra identidad étnica y cultural.

lunes, 14 de octubre de 2013

La herencia africana en la historia salvadoreña

Especiales La Prensa Gráfica, agosto 2011





Legado africano. 

Muchos descendientes de africanos lograron, incluso, ser propietarios de esclavos, se convirtieron en exitosos comerciantes, agricultores, ganaderos y participaron en las gestas emancipadoras.

La ausencia de afrodescendientes en El Salvador es un mito que ha sido mantenido a través del tiempo sin bases sólidas; y muy por el contrario, la presencia africana en la historia salvadoreña constituye un hecho patente y abundantemente documentado. La idea de la ausencia de afrodescendientes se estableció en la mentalidad de la sociedad a principios del siglo XIX con la creación de la Nación-Estado, cuando se exaltó al mestizo de ancestro indígena y europeo, excluyéndose la ascendencia y participación del negro africano en la construcción social multiétnica.

Carlos Loucel Lucha /Colaborador, Academia / Salvadoreña de la Historia


Los primeros esclavos negros llegaron en la época de la conquista española y fueron colocados en diversas clasificaciones. Los llamados bozales eran los que todavía se consideraban en un estado nativo africano y no aculturados por los europeos. Así los encontramos en un documento de 1641, en el cual se menciona que el navío “Nuestra Señora de los Remedios y San Lorenzo”, que venía con un cargamento de negros de Angola destinado a los puertos de Cartagena y Veracruz, arribó al puerto de Trujillo de la provincia de Honduras. El capitán del barco hizo trato con los corsarios para venderles los negros, pero cuando atacaron la nave y esta encalló, los negros escaparon a los montes, no sin antes haber conseguido armas. Por orden del rey, se recapturaron a los negros esclavos fugitivos y se pusieron en custodia, mientras al capitán se le puso en prisión con una multa de 500 pesos (la documentación consta en el Archivo General de Centroamérica, Guatemala).

Los negros recapturados de “Nuestra Señora de los Remedios y San Lorenzo” se remitieron a San Miguel. Fueron 76 esclavos los que se pudieron recuperar, de los que algunos se encontraban enfermos y se dejaron morir, pero los sobrevivientes no fueron devueltos por la necesidad de ellos en la provincia.
La Trinidad de Sonsonate fue uno de los lugares en los que se efectuaban las transacciones de compra y venta de esclavos; a ella, llegaban a abastecerse los traficantes que satisfacían las necesidades de los pueblos y villas del interior de la provincia, comerciantes guatemaltecos y otros provenientes del Perú, quienes también llegaban a adquirir tinta añil. Los traficantes de la provincia de San Sal vador, al igual que los de Honduras y Nicaragua, llegaban a Sonsonate en busca de esclavos africanos debido a la creciente demanda en esas zonas, como sucedía con los obrajes añileros.

La composición de las distintas poblaciones de los pueblos fue variando de acuerdo a la zona en donde se ubicaban, así como estaban los exclusivamente indígenas, otros tenían población mulata, ya coexistiendo, cuando las normas de exclusividad étnica se distendieron. Así, la población mulata a finales del siglo XVIII se había establecido como el segundo grupo poblacional más notorio después de la indígena. También, el proceso de invisibilización de la población afrodescendiente había comenzado con la utilización del término ladino, el cual se utilizaba para clasificar a aquellas personas cuya ascendencia no estaba clara; grupo que se llegaría a convertir en el más importante en el siguiente siglo.

La población mulata logró insertarse en los pueblos en las actividades en las que habían desarrollado más habilidad y trabajado a lo largo de siglos de esclavitud: la agricultura y la ganadería, como peones y mano de obra asalariada en las haciendas, labores o fincas para tareas de cultivos y cacaotales, o en los ingenios y obrajes. También, se dedicaron al cultivo del añil y de la caña de azúcar, lo mismo a cultivar algodón y frutas; criaban ganado vacuno tanto para carne como para la producción de leche, con elaboración de quesos. Casaban a sus hijas con agricultores igual que ellos y les daban como dote productos relacionados con la agricultura o ganado. Algunos de ellos fueron exitosos en sus empresas y llegaron a alquilar más tierras para sus cultivos, además de haberse establecido muchas familias en los barrios urbanos de ciudades y pueblos grandes, y adquirido allí casas.

Algunos lograron ascender socialmente y llegaron a ejercer cargos públicos de menor rango, incluso a ser propietarios, a su vez, de esclavos. Muchos mulatos se entrenaron en algún oficio, como sastres, zapateros, carniceros, herreros o carpinteros, y algunos llegaron a ser maestros del oficio, estableciéndose como tales.
A finales del siglo XVIII, se había iniciado un proceso de ladinización e invisibilización de la población de ascendencia africana. Los curas dejaron de marginar la ascendencia del recién nacido, dejando así de clasificarse la población.

Con la Independencia, se abolió la esclavitud, según ley promulgada el 24 de abril de 1824 por el Congreso Constituyente en Guatemala. Es famosa la intervención del presbítero José Simeón Cañas en el Congreso federal el último día de 1823, con su conocido discurso abolicionista. Por bando, se anunció la temprana extinción de la esclavitud en el istmo centroamericano. Queda asimismo abolida para siempre la esclavitud y, en consecuencia, quedan libres todos los esclavos de ambos sexos en el día de la publicación de este bando, debiendo concurrir los dueños a la caja de la ciudad para que sean indemnizados de su importe.
Con la Independencia y después con la Federación, se trató de homogenizar a la población de la nueva nación, se dejó de clasificar a las personas al momento de su bautizo y los grupos que componían la sociedad colonial desaparecieron de los documentos. En los siglos XIX y XX, los afrodescendientes desaparecieron de la historiografía salvadoreña, en parte, por la legitimación de la nueva nación y por la exaltación del mestizo y sus dos raíces: la blanca y la india. A fines del siglo XX, se encuentran algunos trabajos de autores que intentaron rescatarlos.

Los negros africanos estuvieron presentes desde el momento de la conquista, luego los descendientes durante el período colonial se integraron a la sociedad, participaron activamente en las insurgencias de 1811, 1814 y en el proceso independentista, para incorporarse después silenciosamente en la construcción de la sociedad republicana.


Texto y fotos cortesía de la Academia Salvadoreña de la Historia.















miércoles, 2 de octubre de 2013

Afrodescendientes en El Salvador

 

7 mil 400 salvadoreños reconocen sus raíces africanas

Redacción Diario Co Latino
Los afrodescendientes llegaron a Centroamérica durante el período de la conquista, procedentes de África y España, como esclavos para ser comercializados en el nuevo continente.

En El Salvador, de acuerdo al antropólogo Wolfgang Effenberger López, los asentamientos de afrodescendientes se diseminaron en todo el país, con énfasis en los departamentos de Sonsonate,  Ahuachapán, San Miguel y La Unión.

Foto Diario Co Latino/ Patricia Castillo

Effenberger sostiene que debido a las influencias fascistas implementadas por el ex presidente Maximiliano Hernández Martínez el ambiente socio político en 1933 se volvió hostil a raíz de una ley que redobló las exigencias para ingresar al territorio nacional, especialmente para los afrodescendientes y asiáticos, por considerarlos razas inferiores.


Estas acciones hicieron que muchos emigraran y otros ocultaran su origen.

 “Esa ley fue influenciada por un pensamiento, un discurso y prácticas que se fundan en racismo científico, que jerarquiza los grupos, construye razas, los jerarquiza y pone como superior a la raza blanca y como inferiores a razas indígenas y razas negras. Hay que decir que esas son construcciones sociales”, afirmó el antropólogo que tiene raíces afrodescendientes salvadoreñas.


Otro fenómeno que deriva de una cultura racista hacia la raza indígena y afrodescendiente es que la misma población a pesar de poseer rasgos físicos que denotan raíces africanas lo niegan por temor a ser mal vistos en la sociedad.


El censo de 2007 indica que apenas 7,400 habitantes profesan ser afrodescendientes, algo que para el antropólogo no es del todo cierto. Effenberger afirma que son muchos más las personas con raíces africanas en El Salvador, ya que en el país se dieron mezclas con indígenas, asiáticos y árabes.

“Uno de los grandes problemas es que como hemos negado mucho nuestra herencia africana, eso derivó en una mirada a la historia que deja como principales actores solamente a españoles, europeos o blancos indígenas. 


Los indígenas también son un pueblo invisibilizado en El Salvador”, afirmó el investigador.

“Pero hoy en día estamos conociendo nuestra herencia africana y con esa mirada hay que releer la historia. Hay más actores, hay más diversidad también en el pasado de El Salvador, como en la actualidad de El Salvador”, agregó el antropólogo.


Afrodescendientes y población indígena de El Salvador

Por el Dr. Ramón Douglas Rivas


Ese fue el tema que presenté ante una nutrida concurrencia en ocasión del IV Congreso Iberoamericano de Cultura llevado a cabo en Mar del Plata, Argentina, la semana recién pasada. En esta columna quiero compartir con los lectores,  a manera de resumen, mi presentación en este tan importante cónclave al que asistieron 24 ministros de cultura de Iberoamérica, académicos, escritores y representantes de ese amplio espectrum de la cultura.  Estar en este congreso fue una oportunidad para debatir, reflexionar y construir propuestas para la acción ciudadana en los diferentes ámbitos de la cultura, basados en redes de comunidades, actores, creadores y ciudadanos adecuados a cada lugar.

Los temas, participantes y metodologías incluyeron aspectos vinculados a las exclusiones e inclusiones desfavorables con temáticas como; los pueblos afrodescendientes e indígenas,  las migraciones, la participación cultural, la promoción de la cultura de paz, al abordaje de las tensiones sociales  desde un enfoque cultural  a los gobiernos locales, a la inclusión de lo rural y “a las relaciones de asimetría entre Iberoamérica y América Latina. En fin, la cultura se abordó como un eje trasversal, como elemento clave de desarrollo humano que esta  en todo y que es, sin lugar a duda, el engranaje de cada sociedad. El entendimiento y compresión de esto es clave para poder convivir y desarrollarnos plenamente como individuos en sociedad y en el mundo global en que vivimos.

Mi presentación inició así: Cuando ordenaba mis ideas sobre el tema que hoy expondré, me llamó la atención el llamado que hizo en el 2010 el Comité de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Discriminación Racial a El Salvador,  al señalar que el país tiene la “oportunidad histórica” para enmendar las antiguas políticas que desconocían la existencia y derechos de los pueblos afrodescendientes. En esa oportunidad, el vocero del gobierno presentó un amplio informe sobre la situación de los pueblos originarios de El Salvador y la situación de los afrodescendientes dentro de la sociedad salvadoreña. A un año de esa presentación, puedo afirmar que  el tema de los afrodescendientes y pueblos originarios es hoy en día punto de agenda para el gobierno del Presidente Mauricio Funes, porque vemos  una “oportunidad histórica” para enmendar el pasado, particularmente en lo relacionado con la eliminación de la discriminación racial que, para utilizar la terminología del antropólogo Mac Chapin, referente a la población indígena de El Salvador,  “invisibilizó” a muchos pueblos y yo digo también, eliminó a otros.

Nuestro trabajo por visibilizar a los afrodescendientes e indígenas de nuestro país parte por reconocer su existencia. Al conmemorar el Bicentenario del Primer Grito de Independencia que se dio en El Salvador, nuestros historiadores han revisado minuciosamente la historia de la región centroamericana para identificar la presencia de la población africana en la región. Según Carlos Loucel Lucha, historiador nacional; “a principios del siglo XIX con la creación de la nación-estado, se potenció en la mentalidad de la sociedad salvadoreña que en El Salvador no existían los  afrodescendientes,  con el único interés de exaltar al mestizo de ancestro indígena y europeo, excluyéndose la ascendencia y participación del negro africano en la construcción social multiétnica”.

El estudioso salvadoreño de la historia nacional, Pedro Escalante Arce, sostiene que los habitantes de las tierras cuscatlecas son el fruto del cruce biológico de tres pueblos: los españoles, los africanos y los pueblos originarios; y según él “los africanos llegaron aquí desde el inicio español y su sangre corre en las venas de salvadoreños, con un creciente interés actual por el legado cultural y por los resabios étnicos que se observan difuminados en el paisaje mestizo y ladino”.

¿Cómo llegaron a nuestras tierras? Sin entrar en mayores detalles de su llegada a las tierras, hoy en día centroamericanas, en especial a El Salvador, podemos asegurar que los africanos llegaron a la región junto a los expedicionarios españoles y portugueses que estaban sedientos de nuevas tierras para poseerlas, saquearlas y tributar a sus reyes. En sus investigaciones Pedro Escalante ha documentado  la presencia de navíos cargados de esclavos en los primeros años de la colonia, cuyo fin era insertar a esos esclavos africanos en el trabajo de las nacientes haciendas de San Salvador y Sonsonate. Para no extenderme mucho en la parte histórica de estos hechos, citaré algunos fragmentos de la investigación hecha por Pedro Escalante Arce sobre la llegada y pernoctación de los afrodescendientes en El Salvador: “La esclavitud fue una institución universal, aceptada legalmente, aunque desde siempre controvertida por razones de conciencia, humanidad y religión.

Los primeros esclavos negros de servicio llegaron procedentes de España con soldados, funcionarios y pobladores, que recibieron autorización de embarcarse con ellos.  En el Lienzo de Quauquechollan, que plasma pictóricamente los servicios de los indígenas mexicanos quauqueholtecas a Jorge de Alvarado y su tropa, en el viaje a Centroamérica de 1528, está dibujado el que es probablemente uno de los  primeros africanos que anduvo por estas tierras, o el primero, y está de camino hacia la parte que hace falta del lienzo, que es la que presumiblemente correspondía al presente El Salvador. La intensa y desordenada riqueza cacaotera de los Izalcos hizo que fuera una de las primeras regiones en tener apreciable cantidad de africanos esclavos.

El oidor Diego García de Palacio, en su Carta-relación de 1576, menciona un enclave de negros a orillas del lago de Coatepeque. Y lo mismo habla de ellos fray Antonio de Ciudad Real en la crónica del viaje del provincial franciscano fray Alonso Ponce de León, en 1585-1586, que dijo haberlos visto en apreciable cantidad en una hacienda en las goteras de la villa de La Trinidad de Sonsonate, en las riberas del río Cenzúnat. Los negros en las haciendas eran usualmente personas de confianza de sus amos y podían cumplir una función intimidatoria con los indígenas, como capataces y personas de trato enérgico, tal los llamados gañanes.

En San Salvador y San Miguel, muchos vecinos poseían esclavos negros, algunos para ser enviados a lavar oro a los ríos hondureños, lo que fue una verdadera industria en el siglo XVI. Para 1545, se señaló una suma de unos 1,500 negros en busca de arenas auríferas en tierras de Honduras…” Por largo tiempo, la presencia negra y mulata fue negada y borrada por el incipiente Estado-Nación que se construía con la omnipresencia de los parámetros étnicos europeos occidentales. Pero la historia de los africanos en El Salvador, desde el siglo XVI hasta la extinción de la esclavitud en Centroamérica por la ley de abril de 1824, es un tema para investigación abundante en hechos, datos y acontecimientos, como la olvidada rebelión negra de finales de 1624, erradamente situada en la Semana Santa de 1625, comentada por monseñor  Francisco de Paula García Peláez, en sus Apuntamientos. José Heriberto Erquicia Cruz, en un interesante documento de tesis afirma que, “Los censos coloniales tanto de la iglesia como del estado colonial muestran claramente el gran número de afrodescendientes que habitaban o que eran parte de ese San Salvador colonial.

Con el paso de los años,  a finales del siglo XVIII ya se había iniciado un proceso de ladinización e invisibilización de la población de ascendencia africana. Según constan en documentos históricos, los curas dejaron de marginar la ascendencia del recién nacido dejando así de clasificarse la población”. El mismo Herquicia Cruz es de la opinión que “no obstante, en El  Salvador de 2011, aunque no conocemos una colonia de afrodescendiente en el país, los elementos africanos se visualizan en la totalidad de los salvadoreños y en su cultura; dígase gastronomía, expresiones lingüísticas,  música, danza, religión y en sus rasgos fenotípicos”.

No es de extrañar, y lo expreso con mucho cuidado pues hacen falta estudios que lo confirmen, que muchas manifestaciones del salvadoreño actual tienen bastantes características del actuar del mulato que se describe en la colonia. Por ejemplo, es común en ambos el deseo  activo de subsistir  e ir ascendiendo en la jerarquía de clases. El carácter del salvadoreño de la actualidad se asemeja más al carácter del mulato del siglo XIX. Lo que sí está claro es que entre la población negra se ha dado una marcada transformación biológica cultural y socio cultural. Y esto vale también para la población indígena de la cual hablaré más adelante. No hay que olvidar que El Salvador es el país en el continente que presenta el dato de población indígena más bajo en comparación de otros países del área. 


Pieza de Indias, Africanos en El Salvador  








Conversatorio e intercambio de experiencias AFROES y Patricia "Afro Baby" Grasals  



Julius y Wolf

Carolina, Patricia y Tavo entre otros.


Salón casi lleno

Exponiendo 






Didine Angel