Afrodescendientes en El Salvador
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- Afroes
- Caminando sobre las huellas de nuestros ancestros, rescatando saberes, costumbres, historia y nuestra identidad étnica y cultural.
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Vivir negra en El Salvador (Centroamérica)©
Posted by Shirley Campbell Barr
23 de noviembre 2009
Arribamos en San Salvador después de dos años viviendo en Zimbabwe. Zimbabwe había sido para nosotros, un intento por encontrarnos y saber quienes realmente eramos. Siempre estuvimos claros que a la larga, no era precisamente esta, la tierra de nuestros ancestros sin embargo, solo el hecho de pisar África, en cualquiera de sus territorios tenia para nosotros un profundo significado. A pesar de las claras diferencias culturales, históricas ambientales y fenotípicas, ser negro o negra en África es un sentimiento totalmente diferente a ser negro fuera de África. Es que en en general, todos somos negros y negras y entre tantos, no es tan claro la percepcion de que no perteneces.
Llegamos a San Salvador entonces cubiertos de una aura especial cargada de sentimientos de suficiencia, orgullo y con pocas ganas de volver a ser minoría y de justificar nuestra posición en la tierra.
El aeropuerto nos recibió lleno de miradas indiscretas que al saberse descubiertas sonreían, como queriendo esconder esa curiosidad que les despertábamos. Fue precisamente en el aeropuerto en donde pude ver la mayor cantidad de negros reunidos en un solo lugar durante mi estancia en este pais, aproximadamente ocho.
En nuestro recorrido hacia la ciudad mi mirada estaba atenta en la búsqueda de rostros como el mio, de pieles oscuras con facciones africanas, mas no las encontraba. De vez en cuando, viendo a alguien de costado o por detrás me decía, "ahí esta, un negro" pero al mirar con detalle me percataba de que no. Era difícil distinguir facciones y parecía claro que no eran.
Desde que puedo recordar, y a veces casi sin querer, me he dado a la tarea de tratar de reconocer a los rostros negros que encuentro a mi paso. Será por esa necesidad de sentirme retratada o identificada en los otros como una forma inconsciente de auto afirmarme. Entonces camino por la calle y me digo, "Mira, ese es una negra, mira ese que va ahí es negro".Trato de reconocerlos a través de la textura de su pelo, o los rasgos de su rostro o la fisionomía de sus cuerpos. No siempre es posible, mas es sin embargo, un buen ejercicio. Creo que he desarrollado un buen ojo para reconocer el antecedente africano en la gente. Algunas veces, puedo notar algunas personas que al sentirse observadas me miran, y es entonces cuando reconociendo consciente o inconscientemente su antecedente afro vuelven la mirada como escondiéndose, como tratando ingenuamente de dispersar la atención de los otros hacia nosotros. Tienen miedo de identificarse, o que los identifiquen. Tienen miedo que se les reconozca y entonces tener que aceptarse.
Los primeros días en este país no fueron fáciles. Nunca antes, excepto algunos años atrás, en una visita a Chile, me había sentido tan observada. Resulta extraño, especialmente considerando que El Salvador tiene como vecino a Honduras, en donde viven mas de medio millón de afrodescendientes. Centroamérica reporta probablemente, mas de un millón de personas negras. Pero es una realidad, no se ven negros en las calles de El Salvador. Todos te observan en las calles de San Salvador. Todos asumen por lo tanto que eres extranjero y además y lo que es peor, muchos asumen que no hablas español e intentan hablarte en Inglés. Además, de haber sido solo uno de nosotros, pues el impacto no hubiese sido tal. A nuestra llegada eramos cuatro y lo mejor, una niña de seis y un niño de tres que resultaron ser la sensación.
La escuela fue otro evento. Malcolm, el menor de mis hijos, entonces con cuatro años, ingresó a una escuela algo grande. Incluía educación prescolar, primaria y segundaria. Calculo que habrían unos 700 estudiantes. Por sus ojos claros fue llamado de Sarco y además por ser negro era la sensación de la escuela. Las maestras solían decirnos que las muchachas de la segundaria, venían a verlo y que el se molestaba mucho. Cierto, nunca le gusto ser el centro de atención y esa situación siempre le incomodaba mucho.
En las calles de San Salvador no hay negros. Te observan, te miran con curiosidad. Recuerdo haber estado conduciendo y esperando el cambio del semáforo al lado de un autobús repleto de pasajeros a eso de las 7:30 de la mañana y de pronto descubrir que desde el autobús todos los que podían te miraban, te analizaban y al verse descubiertos algunos solo continuaron con su observación, otros sonreian en forma inocente y quitaban la mirada.
Hubo negros en El Salvador. Hubo esclavos como en el resto de América Latina. Hay varios estudios que lo reportan. Rodolfo Baron Castro en “La población de El Salvador,” cita un documento inédito en el que se declara que "En la provincia de San Salvador de Guatemala, el año de 1625 estuvieron convocados para alzarse 2.000 negros la Semana Santa, y se supo tan a tiempo que ajusticiando algunos se atajó el daño" (Barón Castro, p. 163). En ese mismo documento se menciona que en el siglo XVII, existían entre cuatro y cinco mil negros en El Salvador. El mismo dice, "Los negros [...] no llegaron en número suficiente como para hacer perdurar sus características, logrando apenas matizar las de ciertos lugares de población autóctona".
Lo cual no necesariamente es cierto. Ya sea resabios del mismo tiempo o posteriores, en mis observaciones pude descubrir varias “Coromantys y Mandingas” en muchos rostros salvadoreños. En todo caso, ya han sido varios los subsecuentes estudios de investigadores salvadoreños que han puesto en evidencia a través de sus trabajos que la presencia negra en El Salvador fue mayor que la expresada por Baron Castro. Por otra parte, y esto es historia popularmente reconocida y aceptada, el General Maximiliano Hernández Martínez, después de reprimir a los indígenas en el levantamiento de 1932 y posteriormente arrasar sistemáticamente con su cultura, en 1934 impuso una ley en la que prohibió la entrada de negros a El Salvador. Esa política efectivamente limitó la inmigración de negros hacia el país y si bien no fue siempre explícitamente aplicada, hubieron de pasar casi 50 años para que fuera abolida en los años ochenta.
El fenómeno se repite en varios territorios de América Latina, aun cuando la presencia africana resulta evidente. La definición de la identidad étnica de los Salvadoreños incluye con gran “orgullo” la herencia Española, indígena y afirma explícitamente que no hay evidencia negra en la conformación étnica/racial y cultural del pueblo salvadoreño.
Nuestra vida como negros en El Salvador, esta llena de anécdotas y experiencias que algunas veces nos incomodaron, otras nos enojaron, pero que las más, nos hicieron sonreír. Lo cierto es que , por lo menos en nuestro caso, la sensación no fue necesariamente de persecución o de racismo abierto, fue mas bien de curiosidad. En aquel momento pensé que en el transcurso de mi vida, experimenté mas racismo en mi propio país, donde se estima en 10% la población negra, que en El Salvador.
Nos tocó vivir El Salvador en una época de gran violencia y alta criminalidad. Los robos de vehículos, asaltos a mano armada y guerras de pandillas estaban a la orden del día. Nosotros sin embargo, nunca fuimos víctimas de ningún atentado, aun cuando como mencione, era evidente que eramos extranjeros. Durante este período conocimos solo otra familia negra residente en San Salvador.
Simba y Abby eran nuestros amigos Zimbabwenses. Si nosotros eramos el foco de atención adonde fuéramos, los Machingaidze se robaban el Show. Tenían cuatro hijos incluyendo una pareja de gemelos de pocos meses, hermosísimos. Fueron varias las oportunidades en que me toco intervenir entre ellos y grupos de curiosos que se empeñaban en tocar y cargar a los niños sin tener el cuidado o el respeto de solicitar permiso. Los Machingaidze no hablaban español y el acoso era tal que en varias ocasiones, fue necesario salir de establecimientos comerciales y buscar protección para evitar el asedio. Esto es cierto. Para ellos, el shock por supuesto fue mucho mayor, pues venían de África en donde nunca antes debieron enfrentar de este modo la diferencia. Si bien habían viajado antes por otros países, esta fue sin duda la primera vez que les tocó ser “únicos” y vivir diferentes a todo el resto de la población.
Algunos jugadores de fútbol negros habían pasado por El Salvador. Durante nuestra estancia, un brasileño negro fue nacionalizado salvadoreño para que pudiera integrar la Selección (...el fútbol es una de la razones por las que creo que los Salvadoreños se lamentan consciente o inconcientemente de no tener población negra). La verdad no era ni tan bueno, pero era negro. Esa fue la broma del momento….”bueno, ahora hasta hay Salvadoreños negros”. Finalmente no les resultó el negocio, además de que no clasificaron para el mundial el salvadoreño negro resultó ser un bebedor, irresponsable y perseguido por pensiones alimenticias y la prensa amarillista se deleitó e hizo pedazos al negro salvadoreño. Finalmente, todos se quejaban de la idea de haberlo nacionalizado. Porque en todo caso ”ni hay negros en El Salvador”.
Varios futbolistas negros habían pasado para entonces por las filas de algunos equipos Salvadoreños. Por eso, a menudo Harold fue objeto de asedio, cuando le solicitaron autógrafos afirmando que el era tal o cual jugador, y aunque lo negara en muchos casos no le creyeron. Algunas veces, terminó dando autógrafos aceptando que era quien no era con el fin de salir de una situación incómoda.
En El Salvador no hay negros. Eso es lo que dicen los Salvadoreños. Alguien una vez nos dijo: …si los negros de El Salvador están en San Alejo... Y hacia allá fuimos. San Alejo es una pequeña comunidad localizada en el Departamento de La Unión en la zona oriental de El Salvador. Desafortunadamente no logramos encontrarlos. Encontramos sin embargo una comunidad que tiene alguna conciencia de una remota presencia negra que dejó algunos rastros en “la negra Sonia y la familia de ella” como alguien comentó. Definitivamente, mi ojo clínico sin embargo, me indicó que San Alejo claramente tuvo una presencia negra mas marcada que otros sitios en El Salvador.
Viví en este pequeño país de Centro América hace casi 13 años. Desde entonces son muchas las cosas que han pasado para los afrodescendientes en América Latina. Empezando por la divulgación que se ha hecho de las presencias negras y de la situación de marginalidad que viven estas poblaciones en casi todos los países en donde reportan presencia (esto es en todos los países de América Latina a excepción de El Salvador). Además del fortalecimiento del movimiento negro en nuestros países.
Quiero pensar que hoy la presencia de negros en este país es mirada con mas naturalidad y no se les observa en las calles como si fueran seres provenientes de otro planeta, como fue en muchos casos nuestra experiencia. Lo cual además resulta curioso considerando que la televisión presenta imágenes cotidianas de población negra alrededor del mundo y muchos de los ídolos de los jóvenes son negros.
Quiero pensar que las cosas están cambiando para América latina y que en el concepto de mestizaje se acepta con un poco mas de naturalidad el aporte que los pueblos africanos hicieron a la conformación cultural de nuestro continente. Y quiero creer que El Salvador va camino al reconocimiento de ese aporte y la celebración de la africanía que corre por las venas de la mayoría de sus pobladores. Estoy segura, que este pequeño país esta lleno de gente brillante y luchadora. Estando ahí, fui invitada en varias ocasiones para ofrecer recitales, hablar de mi poesía y de la realidad de los pueblos negros de América Latina. Hay gente sedienta de conocimiento y que no acepta gratuitamente el gastado discurso excluyente y racista de la clase dominante.
Dejamos grandes amigos en El Salvador. Gente que continua a la vanguardia tratando de cambiar la situación y la mente de este pueblo Salvadoreño que tanto ha luchado y que aun sin guerra se desangra en las calles tratando de sobrevivir.
Llegamos a San Salvador entonces cubiertos de una aura especial cargada de sentimientos de suficiencia, orgullo y con pocas ganas de volver a ser minoría y de justificar nuestra posición en la tierra.
El aeropuerto nos recibió lleno de miradas indiscretas que al saberse descubiertas sonreían, como queriendo esconder esa curiosidad que les despertábamos. Fue precisamente en el aeropuerto en donde pude ver la mayor cantidad de negros reunidos en un solo lugar durante mi estancia en este pais, aproximadamente ocho.
En nuestro recorrido hacia la ciudad mi mirada estaba atenta en la búsqueda de rostros como el mio, de pieles oscuras con facciones africanas, mas no las encontraba. De vez en cuando, viendo a alguien de costado o por detrás me decía, "ahí esta, un negro" pero al mirar con detalle me percataba de que no. Era difícil distinguir facciones y parecía claro que no eran.
Desde que puedo recordar, y a veces casi sin querer, me he dado a la tarea de tratar de reconocer a los rostros negros que encuentro a mi paso. Será por esa necesidad de sentirme retratada o identificada en los otros como una forma inconsciente de auto afirmarme. Entonces camino por la calle y me digo, "Mira, ese es una negra, mira ese que va ahí es negro".Trato de reconocerlos a través de la textura de su pelo, o los rasgos de su rostro o la fisionomía de sus cuerpos. No siempre es posible, mas es sin embargo, un buen ejercicio. Creo que he desarrollado un buen ojo para reconocer el antecedente africano en la gente. Algunas veces, puedo notar algunas personas que al sentirse observadas me miran, y es entonces cuando reconociendo consciente o inconscientemente su antecedente afro vuelven la mirada como escondiéndose, como tratando ingenuamente de dispersar la atención de los otros hacia nosotros. Tienen miedo de identificarse, o que los identifiquen. Tienen miedo que se les reconozca y entonces tener que aceptarse.
Los primeros días en este país no fueron fáciles. Nunca antes, excepto algunos años atrás, en una visita a Chile, me había sentido tan observada. Resulta extraño, especialmente considerando que El Salvador tiene como vecino a Honduras, en donde viven mas de medio millón de afrodescendientes. Centroamérica reporta probablemente, mas de un millón de personas negras. Pero es una realidad, no se ven negros en las calles de El Salvador. Todos te observan en las calles de San Salvador. Todos asumen por lo tanto que eres extranjero y además y lo que es peor, muchos asumen que no hablas español e intentan hablarte en Inglés. Además, de haber sido solo uno de nosotros, pues el impacto no hubiese sido tal. A nuestra llegada eramos cuatro y lo mejor, una niña de seis y un niño de tres que resultaron ser la sensación.
La escuela fue otro evento. Malcolm, el menor de mis hijos, entonces con cuatro años, ingresó a una escuela algo grande. Incluía educación prescolar, primaria y segundaria. Calculo que habrían unos 700 estudiantes. Por sus ojos claros fue llamado de Sarco y además por ser negro era la sensación de la escuela. Las maestras solían decirnos que las muchachas de la segundaria, venían a verlo y que el se molestaba mucho. Cierto, nunca le gusto ser el centro de atención y esa situación siempre le incomodaba mucho.
En las calles de San Salvador no hay negros. Te observan, te miran con curiosidad. Recuerdo haber estado conduciendo y esperando el cambio del semáforo al lado de un autobús repleto de pasajeros a eso de las 7:30 de la mañana y de pronto descubrir que desde el autobús todos los que podían te miraban, te analizaban y al verse descubiertos algunos solo continuaron con su observación, otros sonreian en forma inocente y quitaban la mirada.
Hubo negros en El Salvador. Hubo esclavos como en el resto de América Latina. Hay varios estudios que lo reportan. Rodolfo Baron Castro en “La población de El Salvador,” cita un documento inédito en el que se declara que "En la provincia de San Salvador de Guatemala, el año de 1625 estuvieron convocados para alzarse 2.000 negros la Semana Santa, y se supo tan a tiempo que ajusticiando algunos se atajó el daño" (Barón Castro, p. 163). En ese mismo documento se menciona que en el siglo XVII, existían entre cuatro y cinco mil negros en El Salvador. El mismo dice, "Los negros [...] no llegaron en número suficiente como para hacer perdurar sus características, logrando apenas matizar las de ciertos lugares de población autóctona".
Lo cual no necesariamente es cierto. Ya sea resabios del mismo tiempo o posteriores, en mis observaciones pude descubrir varias “Coromantys y Mandingas” en muchos rostros salvadoreños. En todo caso, ya han sido varios los subsecuentes estudios de investigadores salvadoreños que han puesto en evidencia a través de sus trabajos que la presencia negra en El Salvador fue mayor que la expresada por Baron Castro. Por otra parte, y esto es historia popularmente reconocida y aceptada, el General Maximiliano Hernández Martínez, después de reprimir a los indígenas en el levantamiento de 1932 y posteriormente arrasar sistemáticamente con su cultura, en 1934 impuso una ley en la que prohibió la entrada de negros a El Salvador. Esa política efectivamente limitó la inmigración de negros hacia el país y si bien no fue siempre explícitamente aplicada, hubieron de pasar casi 50 años para que fuera abolida en los años ochenta.
El fenómeno se repite en varios territorios de América Latina, aun cuando la presencia africana resulta evidente. La definición de la identidad étnica de los Salvadoreños incluye con gran “orgullo” la herencia Española, indígena y afirma explícitamente que no hay evidencia negra en la conformación étnica/racial y cultural del pueblo salvadoreño.
Nuestra vida como negros en El Salvador, esta llena de anécdotas y experiencias que algunas veces nos incomodaron, otras nos enojaron, pero que las más, nos hicieron sonreír. Lo cierto es que , por lo menos en nuestro caso, la sensación no fue necesariamente de persecución o de racismo abierto, fue mas bien de curiosidad. En aquel momento pensé que en el transcurso de mi vida, experimenté mas racismo en mi propio país, donde se estima en 10% la población negra, que en El Salvador.
Nos tocó vivir El Salvador en una época de gran violencia y alta criminalidad. Los robos de vehículos, asaltos a mano armada y guerras de pandillas estaban a la orden del día. Nosotros sin embargo, nunca fuimos víctimas de ningún atentado, aun cuando como mencione, era evidente que eramos extranjeros. Durante este período conocimos solo otra familia negra residente en San Salvador.
Simba y Abby eran nuestros amigos Zimbabwenses. Si nosotros eramos el foco de atención adonde fuéramos, los Machingaidze se robaban el Show. Tenían cuatro hijos incluyendo una pareja de gemelos de pocos meses, hermosísimos. Fueron varias las oportunidades en que me toco intervenir entre ellos y grupos de curiosos que se empeñaban en tocar y cargar a los niños sin tener el cuidado o el respeto de solicitar permiso. Los Machingaidze no hablaban español y el acoso era tal que en varias ocasiones, fue necesario salir de establecimientos comerciales y buscar protección para evitar el asedio. Esto es cierto. Para ellos, el shock por supuesto fue mucho mayor, pues venían de África en donde nunca antes debieron enfrentar de este modo la diferencia. Si bien habían viajado antes por otros países, esta fue sin duda la primera vez que les tocó ser “únicos” y vivir diferentes a todo el resto de la población.
Algunos jugadores de fútbol negros habían pasado por El Salvador. Durante nuestra estancia, un brasileño negro fue nacionalizado salvadoreño para que pudiera integrar la Selección (...el fútbol es una de la razones por las que creo que los Salvadoreños se lamentan consciente o inconcientemente de no tener población negra). La verdad no era ni tan bueno, pero era negro. Esa fue la broma del momento….”bueno, ahora hasta hay Salvadoreños negros”. Finalmente no les resultó el negocio, además de que no clasificaron para el mundial el salvadoreño negro resultó ser un bebedor, irresponsable y perseguido por pensiones alimenticias y la prensa amarillista se deleitó e hizo pedazos al negro salvadoreño. Finalmente, todos se quejaban de la idea de haberlo nacionalizado. Porque en todo caso ”ni hay negros en El Salvador”.
Varios futbolistas negros habían pasado para entonces por las filas de algunos equipos Salvadoreños. Por eso, a menudo Harold fue objeto de asedio, cuando le solicitaron autógrafos afirmando que el era tal o cual jugador, y aunque lo negara en muchos casos no le creyeron. Algunas veces, terminó dando autógrafos aceptando que era quien no era con el fin de salir de una situación incómoda.
En El Salvador no hay negros. Eso es lo que dicen los Salvadoreños. Alguien una vez nos dijo: …si los negros de El Salvador están en San Alejo... Y hacia allá fuimos. San Alejo es una pequeña comunidad localizada en el Departamento de La Unión en la zona oriental de El Salvador. Desafortunadamente no logramos encontrarlos. Encontramos sin embargo una comunidad que tiene alguna conciencia de una remota presencia negra que dejó algunos rastros en “la negra Sonia y la familia de ella” como alguien comentó. Definitivamente, mi ojo clínico sin embargo, me indicó que San Alejo claramente tuvo una presencia negra mas marcada que otros sitios en El Salvador.
Viví en este pequeño país de Centro América hace casi 13 años. Desde entonces son muchas las cosas que han pasado para los afrodescendientes en América Latina. Empezando por la divulgación que se ha hecho de las presencias negras y de la situación de marginalidad que viven estas poblaciones en casi todos los países en donde reportan presencia (esto es en todos los países de América Latina a excepción de El Salvador). Además del fortalecimiento del movimiento negro en nuestros países.
Quiero pensar que hoy la presencia de negros en este país es mirada con mas naturalidad y no se les observa en las calles como si fueran seres provenientes de otro planeta, como fue en muchos casos nuestra experiencia. Lo cual además resulta curioso considerando que la televisión presenta imágenes cotidianas de población negra alrededor del mundo y muchos de los ídolos de los jóvenes son negros.
Quiero pensar que las cosas están cambiando para América latina y que en el concepto de mestizaje se acepta con un poco mas de naturalidad el aporte que los pueblos africanos hicieron a la conformación cultural de nuestro continente. Y quiero creer que El Salvador va camino al reconocimiento de ese aporte y la celebración de la africanía que corre por las venas de la mayoría de sus pobladores. Estoy segura, que este pequeño país esta lleno de gente brillante y luchadora. Estando ahí, fui invitada en varias ocasiones para ofrecer recitales, hablar de mi poesía y de la realidad de los pueblos negros de América Latina. Hay gente sedienta de conocimiento y que no acepta gratuitamente el gastado discurso excluyente y racista de la clase dominante.
Dejamos grandes amigos en El Salvador. Gente que continua a la vanguardia tratando de cambiar la situación y la mente de este pueblo Salvadoreño que tanto ha luchado y que aun sin guerra se desangra en las calles tratando de sobrevivir.
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